La invitación (o provocación) de las responsables del presente libro a
reflexionar acerca de los vínculos entre la Antropología y el Trabajo
Social desde mi experiencia de haber sido estudiante de la materia,
docente de la Cátedra y de haber sostenido a largo de muchos años un
vínculo institucional (y afectivo) con la misma desde las prácticas
docentes, de investigación y fundamentalmente de extensión
universitaria, me colocó ante el desafío de re pensar los aportes que
estos tránsitos nos realizan a nosotros, los y las trabajadoras sociales
en nuestras prácticas cotidianas. En este camino reparé en primer
lugar, en mis registros sobre la substancial contribución que despliega
la propuesta de Cátedra al problematizar el propio oficio de enseñar en
términos de socialización académica, de formación política, de
apropiación cultural, de fronteras y vínculos entre generaciones.
Resulta ser una sugerente invitación a pensar las prácticas de enseñanza
y aprendizaje de las Ciencias Sociales en el nivel superior no sólo
relacionadas con los conocimientos disciplinares particulares, sino
poniendo en juego también la mirada pedagógica, sociológica, histórica,
política y cultural sobre la educación como práctica social. Es decir,
la contribución a la reflexividad sobre los procesos educativos en
particular y sociales en general, que nos permite desnaturalizar las
práctic
as y romper con los esencialismos promoviendo el pensamiento
crítico que nos convida a pensar las prácticas sociales, entre ellas -
las profesionales - como instancias de encuentros y de diálogos de
experiencias, de culturas y de saberes.